Esta obra:

Una historia completa, exhaustiva y bellamente escrita de la novela en España desde los orígenes hasta el siglo XXI. Cientos de autores, miles de títulos, todas las tendencias y estructuras. Una obra rigurosa, didáctica y clara, dirigida tanto al lector curioso como a estudiantes de literatura, profesores y especialistas. Una obra de consulta imprescindible en bibliotecas y en el dispositivo de los mejores lectores.

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Sobre la novela en el siglo XX, hasta 1936 (fragmento del capítulo 24)

3. Renovadores y continuadores del naturalismo

La novela española de los primeros veinte años del siglo estuvo dominada por lo que se ha llamado novela erótica o novela galante; y son precisamente estos calificativos los que impiden comprender que lo que se producía tenía y no tenía que ver con el pansexualismo narrativo. En realidad, nos encontramos con el naturalismo del XIX expresado a través, o preferentemente, del tema sexual.

Imposible también comprender la obra de Zamacois o de Trigo, sin tener en cuenta que esta supuesta novela erótica había ya sido cultivada por López Bago, por Zahonero, por Blasco Ibáñez. No hay, pues, exactamente ninguna novedad en la irrupción de la llamada novela erótica en el siglo XX; hay la prolongación y la culminación, y también la exaltación, de una corriente novelesca que se basa en el naturalismo.

Y el naturalismo, o mejor los naturalismos, habían ya sido cultivados por nuestros mejores novelistas de la generación del 68, bien fuera en su tendencia materialista, bien en su tendencia espiritualista; por otra parte, lo que en definitiva importa es comprender las diferencias entre realismo y naturalismo. El primero busca la totalización a través de una supuesta objetividad; para el realista todo el universo es significativo, y como tal lo transcribe. El naturalismo es más complicado, casi más intelectual, supone que de la realidad objetiva sólo algunas relaciones de las mismas logran explicar y significar la totalidad, todo el universo. Por eso el naturalista escoge y delimita, carga la significación en ciertas relaciones o elementos de la realidad, y sólo en ellos. Para un naturalista materialista, el sexo, por ejemplo, será la suprema ley explicativa. Para un naturalista espiritualista, la fe, por ejemplo, podrá explicar y significar todo el comportamiento de un protagonista. O, de otra manera, entiendo el naturalismo como la puesta en acción de una acción determinante.

El naturalismo del siglo XX escoge, de una manera general, lo que siempre con recelo podríamos llamar materialismo explicativo. Una novela de Zamacois, de Insúa, de Mata, está centrada en la relación sexual del protagonista, porque supone que esta relación es la más importante y significativa, de aquí que todo el universo de la novela esté basado en esta relación, y como girando alrededor de ella.

No nos encontramos, pues, ante una novela erótica o galante, sino ante una novela naturalista que escoge el erotismo como ley interna de la obra, como la suprema explicación de lo que se narra y ocurre.
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